Hace unos días cayó un búho real en una acequia de riego. Se debió tirar a coger algún ratón de los muchos que se acumulan en la rejilla del final de la acequia. El agua que circulaba por ella mojó sus alas y el pobre se encontraba acoquinado y muerto de frío. Hubo que sacarlo y dejarlo a orear. Afortunadamente no tenía nada roto, pudo secarse y después echó a volar y se fue.
El búho real (Bubo bubo) es una de las joyas de la fauna somontanesa. En grave peligro de extinción es la mayor de las rapaces nocturnas. Pesa unos 3 kg. y su envergadura es de casi 2 m. Es inconfundible por su gran tamaño y su pariente más próximo, el búho chico, es diez veces menos pesado.
Hasta hace no muchos años no era difícil detectar su presencia. Cuando teníamos 14 o 15 años íbamos con mi hermano Armando, con A. Ballarín y con D. Gómez a las canteras del Cinca a coger egagrópilas de búho real. Las había a cientos. Luego en casa las desmenuzábamos y de alguna forma competíamos a ver quién encontraba los restos de un animal más raro dentro de ellas. De esa forma, aprendíamos que el gran búho tenía una dieta muy variada. Una vez David descubrió entre los pelos y los huesecillos una anilla de un pájaro. Luego nos enteramos que venía de Bélgica.
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