viernes, 25 de febrero de 2011

EL CIPRÉS



Durante el mes de febrero los cipreses se convierten en protagonistas. Sus flores masculinas liberan millones de granos de polen y son muchos los ciudadanos que sufren reacciones alérgicas. No hay que culpar a la planta de que cada vez seamos más sensibles a ella, sino a cómo la contaminación ambiental nos está haciendo reaccionar ante elementos inocuos.

El ciprés (Cupressus Sempervirens L.) es un árbol perenne de la familia de las Cupresáceas. Las flores femeninas tienen forma de cono o piña y están formadas por escamas poligonales. Al madurar forman los frutos femeninos o "gálbulos" de unos 2 o 3 centímetros de diámetro (esos que de críos utilizábamos para "encendernos" a bolazos y nos dejaban las manos pringosas) que al madurar se abren y expulsan semillas.

El ciprés juega una importancia fundamental en la cultura greco-romana donde era símbolo de la inmortalidad y de la hospitalidad. De ahí su presencia habitual junto a las casas, ermitas y cementerios. El ciprés está asociado a la inmortalidad por varias características: La capacidad de su madera para resistir el tiempo. Su forma estilizada y alta que en forma de flecha apunta hacia el cielo. También su longevidad que se encuentra entre las más grandes del mundo y su fuerte aroma capaz de disimular el olor de las personas muertas en los cementerios.

En Soma, en la Lombardia italiana hay un ejemplar que tiene más de 2000 años de antigüedad pues fue plantado el mismo año del nacimiento de Jesucristo. Tiene más de 30 m. de altura y su tronco alcanza los 7 m. de diámetro.
En el Somontano tenemos muy bonitos ejemplares. Durante la construcción del canal del Cinca fueron plantados miles de ellos para proteger el canal de las temidas "barrillas".

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