Hace unos días tenía que visitar un tramo de acequia cerca de Barbastro para hacer un informe. Una empresa solicitaba el pasar una línea eléctrica para dotar de energía eléctrica a una granja. En la solera de la acequia había varios ejemplares de un crustáceo dulceacuícola al que cada vez estamos más acostumbrados.
El cangrejo rojo o cangrejo americano (Procambarus Clarkii) es otra de esas especies llamadas "invasoras" y ahora vilipendiadas. Pero lo cierto es que si el hombre no hubiera intervenido no habría llegado posiblemente nunca a nuestras latitudes y ahora no constituiría un problema.
El cangrejo americano se introdujo por primera vez en 1974 en Doñana para fines comerciales y cinegéticos como si de un nuevo "Bienvenido Mr. Marshall" se tratara. Pronto se adaptó a nuestros ríos, marismas y charcas haciendo retrocecer a las poblaciones del Cangrejo de río común, el autóctono. Su alimentación es omnívora. Es menos crepuscular que el autóctono, por lo que no es difícil verlo a plena luz del día. No es que estas dos especies pelearan y el español cayerá derrotado, no. El caso es que el Cangrejo Americano "lleva" con él la afanomicosis o "peste del cangrejo". La afanomicosis está causada por un hongo parásito que se desarrolla sobre el tejido muscular del cangejo y libera toxinas que son mortales para los cangrejos autóctonos, pero no para los americanos que son los transmisores de la enfermedad. La afanoicosis ha supuesto la práctica desaparición del cangrejo autóctono y que su lugar haya sido ocupado por el cangrejo rojo o americano.
Pero aún queda esperanza. Al cangrejo americano no le gustan las alturas. Parece ser que no puede vivir en los tramos de montaña de los ríos y son estas aguas tan puras las que albergan todavía poblaciones de Cangrejo de río común.
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